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miércoles, 12 de octubre de 2016

FASES PSICOSEXUALES DEL DESARROLLO



Freud es un “desarrollista” convencido de que las reorganizaciones estructurales de la personalidad ocurren en momentos cruciales de la vida individual. Afirma que tales momentos (etapas) son características universales de todos los seres humanos; que cada etapa suele estar dominada por urgencias biológicas instintivas de tipo hedonista; y que las fundaciones de la personalidad adulta deben ser rastreadas, igual que la psicopatología, hasta la niñez temprana.

Conforme al esquema freudiano original, el término que designa la energía sexual general es libido. Cualquier parte del cuerpo en la cual esta energía esté focalizada se denomina zona erógena. Durante la niñez las zonas erógenas más importantes son la boca, el ano y los genitales que, sucesivamente, se convierten en el centro del interés sexual infantil en etapas específicas del desarrollo, entendido éste como un proceso maduracional de raíces biológicas, en el cual juegan un papel importante las experiencias del niño.
Las etapas del desarrollo psicosexual son:


Etapa oral

En el primer año de la vida la boca es el lugar más importante de intercambio con el mundo. El acto de chupar, mamar o succionar es vital porque no sólo así se nutre el niño sino porque también obtiene placer del acto mismo. Durante los primeros meses el niño no reconoce la existencia separada de los otros (libido sin objeto o narcicismo primario), según Freud (1959) y parece concentrarse en su propio cuerpo. Es más o menos a los seis meses que comienza la noción de la existencia separada y necesaria de la madre. Las fortuitas separaciones de la madre, o su  reemplazo por extraños, resultan ansiogénicas  para el niño. De este modo la vida, desde el comienzo, es compleja y generadora de dificultades. Dependiendo de si hay una integración acertada o contrariada de los impulsos libidinales ligados a la etapa oral, los niños resultantes pueden ser felices y apacibles o tiránicos y exigentes.

Etapa anal

Entre uno y medio y tres años la zona anal se convierte en el centro de los intereses sexuales. La excitación esfinteriana producida por los movimientos de las heces en el tracto intestinal se percibe como un evento placentero. En la concepción freudiana original esta es una forma elegante de describir la expulsión por el esfínter, que es la verdadera fuente de estímulos placenteros. A mayor cantidad, dureza y tamaño de las heces, mayor intensidad en las sensaciones. A medida que mejora el control maduracional sobre los músculos correspondientes, el niño aprende a diferir la emisión fecal hasta el último momento, con lo cual incrementa la presión en el recto y hay más placer en la deposición. Jugar con las heces también produce satisfacción.
Es precisamente en esta etapa que el niño empieza a recibir solicitudes para que “corrija” sus maneras, formuladas de modo dramático por adultos bien socializados. No puede permitirse al niño que se dedique a la repugnante tarea de juguetear con sus heces, y bien pronto la repugnancia sentida por los padres es trasmitida al niño. El entrenamiento es una solución que, abreviadamente, debe conducir al niño a rechazar cualquier cosa sucia y maloliente y a convertirse en un “modelo” de autocontrol. El resentimiento derivado de esa sumisión a la autoridad parental no suele ser expresado abiertamente. Y en su lugar el individuo desarrollará cierta obstinación pasiva e insistirá en hacer las cosas a su modo

Etapa fálica

Entre los 3 y los 6 años el niño centra su interés en el pene y ello lo enfrenta con una nueva serie de problemas, entre los cuales es muy importante el Complejo de Edipo y sus modalidades de resolución. Conforme a la teoría, es la gran excitabilidad y modificabilidad del órgano lo que enciende la curiosidad infantil. Comienza por exhibirlo y compararlo con otros para después pasar a la formación de fantasías sobre el papel sexual que puede jugar como varón adulto.
Lo que Freud nos plantea es una especie de triángulo amoroso en el cual participan el niño, el objeto amado (que es el progenitor del sexo opuesto) y el objeto odiado (progenitor del mismo sexo). La proposición sugiere que el niño varón inicialmente adopta a su madre como objeto amoroso y se comporta con ella de modo seductor. Al mismo tiempo reconoce en el padre a un rival en el afecto materno. Y no solamente está celoso de su progenitor sino que también siente que lo necesita y lo ama, de modo que los deseos destructivos hacia él lo atemorizan. Es cuando comienza el temor a la castración, reafirmado al descubrir que su hermana ha perdido el pene y que lo mismo puede pasarle a él. De todos modos ese temor reprime en el niño sus deseos sexuales por la madre y lo lleva a identificarse con el padre, identificación que contribuirá al logro de una definición de su papel sexual.

Etapa de latencia

Una vez establecidas las defensas anteriores el niño entra en la etapa siguiente, cuya duración se establece aproximadamente entre los 6 y los 11 años. Esta suele ser una etapa de tranquilidad relativa durante la cual la libido, tan poderosa, directa y obvia en la etapa fálica, resulta “sublimada” y recanalizada hacia actividades sustitutas ya no de tipo sexual.
Fantasías, deseos y agresiones sexuales permanecen inmersas a nivel inconsciente, y las energías infantiles van a ser dirigidas hacia un tipo de búsquedas más socialmente aceptables y concretas. El clima personal se abre a las actividades intelectuales, los deportes y los juegos. Esto no quiere decir que la vida del niño esté libre de conflictos. Lo que ocurre es que los impulsos sexuales lucen temporalmente aplazados y existen ya evidencias más claras de un mayor autocontrol.

Etapa genital

La relativa calma anterior dura poco. La adolescencia empieza y esta es una turbulenta fase en la cual ocurren cambios fisiológicos realmente dramáticos. El muchacho, además, debe vencer la exclusiva identificación masculina formada durante la etapa de latencia. La opinión de Freud es que existe una fijación homoerótica sobre alguna figura, personaje o héroe masculino, con lo cual se marca el retorno de los sentimientos sexuales previamente reprimidos y se funda la transición hacia las afiliaciones heterosexuales.

De nuevo hay la amenaza de instintos agresivos y sexuales que el joven puede llevar a la realidad. La zona genital es invadida por una energía sexual tremenda y las fantasías edípicas reaparecen con vigor renovado. Para Freud la gran tarea individual en esta etapa es "liberarse de los padres".
En el niño esto significa abandonar sus nexos con la madre y buscar, por cuenta propia, algún sustituto femenino. La niña, por su parte, deseará hacer su propia vida. En realidad la búsqueda de ambos sexos es por independencia y ello supone serios y dolorosos problemas emocionales.

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